martes, 28 de mayo de 2013

La Disculpa Olvidada

Hoy me he levantado contenta y llena de energía.
Suelo llevar a los nenes al cole. Primero a Nicolás.
En el Liceo Francés abren la puerta a las 8:50 y la cierran pasados 15 minutos. Esto supone que todos los padres llegamos y desaparecemos al mismo tiempo. “Casi todos” con bastante prisa.

Hoy hemos llegado al Liceo muy pronto y hemos aparcado sin problemas. La puerta todavía estaba cerrada y nos ha dado tiempo a jugar y despedirnos con calma.
A la vuelta teníamos un coche en segunda fila. Normal. Suele ocurrir. Yo también lo dejo si no me queda otro remedio.

El tiempo pasaba. Saludando a padres conocidos que entraban y salían. Y entraban y salían… todos menos el dueño de un super bmw gigante y blanco que me bloqueaba.
La espera no era normal. Empecé a pitar, miré el reloj y habían pasado 10 minutos. ¿¡10 minutos!??? Casi no quedaba gente en la puerta del colegio. ¿Y si no son del cole?

Intentando mantener una calma rota por el sonido de mi propio claxon, veo aparecer a una pareja con mucha tranquilidad.
Ella se adelanta y sin decir ni media disculpa intenta esconderse en su coche.
Hay pocas cosas que me hacen perder los papeles, pero una de ellas es el exceso de mala educación.
Si yo voy al cole con mi marido y no puedo aparcar:
Uno de los dos se queda en el coche por si acaso molesta, pero si no puede ser…
- Nos damos prisa y tardamos los 2-3 minutillos escasos que tarda el resto de padres, pero si no puede ser…
- Si no puede ser y veo que hay alguien esperando lo primero que hago es: "pedir disculpas"

Pues no.
Me han cambiado las disculpas, por malas caras y peores palabras.
Y mi reacción no ha sido la mejor, me guardé los beneficios de la meditación en el bolsillo y grité todo tipo de improperios.
Y su marido aparece en escena y en vez de poner paz, aprovecha para insultar. Por si a caso supongo.
Y me veo sola en la puerta del colegio. Llena de ira y mal conmigo misma por haber gritado.

Dejo a Alberto en su Escuela. Los niños maravillosos y la tranquilidad de su profe me devuelven la paz. Y regreso a casa.
Anoche Fer presumía de ser más ordenado que yo. Quizá hablaba en sentido figurado.
Ahora me encuentro con su ropa sucia tirada por el suelo del pasillo y el lavabo irreconocible por los miles de pelillos de su barba. Hoy se afeitó. Está trabajando en su despacho del sótano y le llamo con el inalámbrico:
Cari, tu ropa sucia está en el suelo… ¿no eras muy ordenado?
- Si, claro, ¿quieres algo más?
- No… (cuelgo)

Recojo rápido mientras me acuerdo de todos sus antepasados.
Bajo y me sirvo un café antes de ponerme a trabajar.

Y digo yo, ¿por qué nos cuesta tanto disculparnos? No creo que sea difícil, nos hace mucho bien y está claro que tenemos muchas oportunidades a lo largo del día.



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