domingo, 18 de mayo de 2014

Rambo_Bendita Benemérita

Viajo todas las semanas a Mérida con una furgoneta enorme. Si, ya sé que tiene poco glamour pero es una larga historia.
800 kms semanales dan para mucho, paisajes preciosos, conductores temerarios, aves increíbles, un trailer calcinado… y lo que nunca falta: la Guardia Civil. Agazapados bajo un puente, inspeccionando camiones, poniendo multas o en el café.

Después de una intensa jornada y a unos 150 km de mi regreso a Madrid paro a echar gasolina. Antes de arrancar veo que en el coche de enfrente hay un “Civil” con los ojos muy abiertos que me señala con el dedo. (Es muy guapo). 
Yo, toda feliz, le dedico mi mejor sonrisa y le saludo con la mano: holaaaaa
Inmediatamente se baja del coche y me ordena que baje la ventanilla (¿mi poder de seducción?):
- Señorita lleva usted un pinganillo en la oreja y es ilegal.
- Pues me lo vendieron como manos libres para el coche (miento: fueron los Reyes Magos y ni me molesté en investigar más).
Es un jovencito atractivo con un montón de músculos que se marcan por todas partes. Como se le ocurra cachearme le meto un revolcón. Sonrío como la Gioconda.
300 € de multa y 3 puntos, pero dice que no me va a multar… suspiro.

Me invita a ir hasta su coche, saca El Libro Gordo de Petete (*) y comienza mi pesadilla. Leemos varias páginas de las normas de circulación. Las analiza, razona, ejemplifica. Al principio le sigo la corriente (como gratitud a la no multa). Enseguida me doy cuenta que es mejor no preguntar, ya habla demasiado por sí sólo.

Miro el reloj de reojo, han pasado 30 minutos estoy a punto de suplicar que me multe y que me deje ir. Fantaseo con gritarle que se calle y darle un bofetón de película a este Rambo de pacotilla.

Llego a casa tardísimo. Fer preocupado me pregunta.
- Me paró la Guardia Civil
- ¿Te multaron?
- No, me castigaron con una charla subrealista
- Eso es que quería ligar.
- ¿Ligar? Estoy agotada, demacrada y “despeluchá”, y él era muy joven ¿para qué va a querer ligar?
- ¿Y para qué va a querer hablar tanto rato?

Hombres. Me fascina esa simplicidad masculina. Nuestro mundo siempre complejo y el de ellos tan básico.
Pero mira tú por donde hoy engorda mi autoestima: he ligado, he ligado sin maquillaje, tomaaaaaa…


(*) El Libro Gordo de Petete: si tienes menos de 35 años te libraste de un pingüino repelente y sabelotodo que nos torturaba con lecciones interminables de un libro gordísimo. Más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Petete

domingo, 4 de mayo de 2014

Flores Silvestres

El miércoles estuve de viaje y no me dio tiempo a ver a mis nenes. Cuando me levanté el jueves me estaban esperando impacientes. Alberto corrió a darme su regalo del día de la madre. No podía más. Un gusanito de plastilina y una poesía con dibujo.
Me dio un beso pero hasta el domingo no me recitaría la poesía. Le daba “guerguenza”. Nico me abrazó triste. Su regalo también llegaría el domingo.

Ese abrazo cabizbajo y silencioso se repitió en varias ocasiones. Una actitud nueva que me costó descifrar casi un día entero. Se sentía triste y culpable. No tenía regalo para mí porque en su colegio no se hace.

Hablé con Fernando para que idearan una sorpresa. Le recordé que al final de nuestra calle hay un descampado con miles de flores silvestres. Todas preciosas.

El ambiente cambió de forma radical. Cuchicheos, ilusión, emoción y besos y piropos espontáneos (mami eres la más guapa y la más buena!!)

Muchos se quejan de que el Día de la Madre es un día comercial. Pues claro, pero soy una enamorada del marketing y el comercio así que no pienso criticarlo. Para mí es un día especial, como hija y como madre.  Coger el teléfono y decir: mamiiiiiiiiiiiiiiiiiii, aunque lo haga casi todos los días, pero hoy es diferente. Hoy recuerdo que mi mamá es la mejor del mundo.

El regalo o detalle es la forma de decir que te has acordado de mamá. ¿Pero quién dice que hay que comprar algo? Que si nos compran una crema mágica, un e-book o un viaje a las Bahamas estupendo. A nadie le amarga un dulce. Pero realmente no es lo que esperamos… queremos atención, reconocimiento y mimos.

Llegó el domingo. Fer me pidió que me quedara en la cama. Les oí arreglarse, risas, gritos, prisas. La puerta se cierra. Silencio. 15 minutos de paz absoluta. La puerta se abre. Cacharros, alboroto, ¿podemos subir? – siiiiiii…

Nicolás entra corriendo en mi cuarto, sube a mi cama de un salto con una sonrisa inmensa: “Te traemos el desayuno” Alberto llega con su poesía y Fernando con mi café.
En el salón me esperan 2 enormes ramos de flores moradas y 1 de amapolas. Sonrisas felices llenas de amor.


Sin duda, lo más bonito que me han dicho en mi vida es: mamá.