viernes, 12 de julio de 2013

Cosas Que Ocurren Cuando Tú No Estás

Fer se fue el domingo pasado por viaje de trabajo. Quedarte sola durante 5 días con la casa, los niños y el trabajo no es complicado si todo transcurre con normalidad. Pero ¿qué es la normalidad?

Cosas que ocurren cuando tú no estás

● Lunes: me encuentro con una lista de recados a realizar que hace que me reorganice el trabajo de la semana. No sé por qué, cuanta más prisa tienes más despacio van las acciones burocráticas.

Estalla una tubería en el cuarto de instalaciones. Y tuve suerte. Estuve toda la mañana fuera de casa con los recaditos y se rompió justo cuando estaba comiendo. Cerré el agua y llamé al fontanero. Lo arregló en la misma tarde.

Alberto decide quitarse solito el pañal de la noche. Yo se lo pongo, él se lo quita. Como tiene calor no para de beber. Y no para de hacer pis. Podría considerarse una segunda inundación. Esta vez no vale con llamar al fontanero.

● Martes, día intenso de trabajo, no me da tiempo a recoger a los niños. Llamo a mi padre para que vaya a buscarlos.

Malas noticias, ingresan a una de mis hermanas. Se recuperará pero la preocupación no se va y hay que buscar tiempo para ir a verla. Mi niña que ganas tengo de verte.

Por la noche, después de cenar, tengo que seguir trabajando un poco. A los cinco minutos de estar delante del ordenador se va la luz. Los niños duermen y el silencio es absoluto. Tengo que bajar al sótano a ver qué ha pasado. No me atrevo. Salgo a la calle. Sólo veo a uno de los vecinos de enfrente. Es un señor encantador durante todo el año menos en verano, está en la puerta fumándose un cigarro mientras el perro sale disparado en busca de un árbol. Está en calzoncillos. Con una increíble tripa cervecera bañada de canas. Rascándose. Intento convencerme de que va en bañador y que no es para tanto. ¿Le llamo? ¿para qué me acompañe al sótano porque está oscuro? Para eso necesito un apagón en mi cerebro. Cierro la puerta y bajo corriendo como una loca. No veo nada raro. No veo nada. Salgo de nuevo al jardín oigo a mi vecino de al lado y le llamo. El apagón es general. Toda la zona está sin luz.

45 minutos más tarde todo vuelve a la normalidad. Termino de trabajar a la 1:30 h. Mis hijos me levantan a las 6:00 h.

● Miércoles, me voy de viaje. Voy y vuelvo a Mérida en el día. Cerca de 700 kms. Todo va tranquilo. Sólo estoy cansada, paro cada 100 km para no dormirme.
Cuando llego a casa, mi tía y mi padre (que cuidaban a mis pequeños) me informan que Nicolás está con fiebre.

Oímos un ruido grande y desconocido. Algo se ha caído. Después de mucho buscar me doy cuenta que la moto de Fer está tirada en el suelo. Justo donde estaba apoyada la pata hay un agujero ¿se ha derretido el asfalto? Nos cuesta levantarla y ponerla en lugar seguro.
Pasamos toda la noche con antitérmicos, agua y besos.

● Jueves: Alberto descubre cómo conectar la alarma. Al primer movimiento salta ese ruido ensordecedor que no sé apagar. Después de un rato salta la llamada de la central. Se oye por toda la planta. Mi niño se fascina por tanto ruido y alboroto. Y por mi cara, supongo. En cuanto me descuido repite la operación. Paso un rato dando explicaciones a la señora de seguridad y decido esconder el mando.
Y el resto del día médico, recados, fiebre y reorganizar lo que queda de semana.

● Viernes. Por fin es viernes. Creo que el viernes más deseado de mi vida. Hoy regresa Fernando. Hoy podré ver a mi hermana.


Me miro en el espejo y creo que esta semana he envejecido. Pero estoy contenta. Al final todo ha salido bien. Mañana tengo una boda en Zamora. Ojala esta noche aparezca una hada madrina con su varita mágica y me ayude con las maletas y mi cansancio.

miércoles, 3 de julio de 2013

Hora de Dormir

Nicolás y Alberto se acuestan a las 20:30 h. Si te da envidia sigue leyendo.
Hay bebés que duermen como marmotas desde que nacen, no fue nuestro caso.

Cuando nació Nicolás leímos dos libros que recomiendo:
- Duérmete, niño de Eduard Estivill que dice que hay que enseñar a dormir y explica un proceso de disciplina cronometrada.
- Bésame mucho de Carlos González (de veras, no os perdáis este libro), habla de educar con amor, con muchos besos y abrazos. También habla del sueño y dice que no es una conducta aprendida.

Son puntos de vista muy diferentes pero lo interesante está en leerlo todo y adaptarlo a tu día a día, a tu realidad. No todos los bebés son iguales por lo tanto no hay una regla ideal general.

De entrada nosotros somos más del estilo de Carlos González. Rechazamos de forma radical y racional los métodos de Estivill. Pero los primeros 6 meses de Nicolás fueron agotadores. Por las noches o se quedaba en su hamaca en el salón con nosotros, o nos turnábamos para pasearle en brazos, pasillo arriba, pasillo abajo, al ritmo de “había una vez un barquito chiquitito” hasta pasadas las 23 h… un desastre.
Cuando estás tan cansado no disfrutas de tu bebé como deberías.

Decidimos probar la técnica Estivill pero a mi manera. Le explicaba que había que dormir en la cama con mucha dulzura, cantaba un par de canciones y me iba. Acto seguido mi churumbel se ponía a llorar, gritar y decir “mamaaaaa” en el tono lastimero más melodramático del mundo. Pasado un rato entraba en su cuarto, le calmaba y sí, a veces le cogía aúpa y me lo comía a besos… y vuelta a empezar: “Nicolás tienes que dormir en tu camita”.
Ellos tienen que intentar salirse con la suya y tú tienes que poner unos límites.

El primer día tardé un montón en ganar. No compensaba. El segundo día tuvimos 3 combates cortos pero el tercer y cuarto día entendió que llorar no servía y se durmió. En menos de una semana conseguí acostarle (con canciones, besos y mil mimos), dejarle despierto en su camita y que se durmiera tranquilamente.

Pero se acabó la guardería y empezó el colegio. En noviembre nos citó su profesora. Nicolás se dormía en la comida hasta meter la cara en el plato. Toda orgullosa le dije que mi niño dormía y que a las 21:30 ya estaba en su cama.
Nunca olvidaré la expresión de la profe. Como si acabara de morder un limón, los ojos como platos y sus palabras contenidas. Parece ser que cuando entran en el cole de mayores sufren un cambio muy grande con ¿estrés? y eso les agota. Que le acostara a las 20 h.

Acepté las 20:30 h y fue fácil, cada día le adelantaba 10 minutillos su desfile al catre y no notó nada.
Hoy mis nenes de 4 y medio y 2 y medio (si no añado lo del “medio“ Nicolás se enfadará muchísimo) empiezan su ritual pasadas las 20. Se lavan los dientes, leemos un par de libros y a dormir.

Alberto, mucho más rebelde, intenta torearme un poco cada noche. Le dejo que me pida un máximo de 3 deseos: leche, pis, tápame, un beso, un muñeco… a elegir… pero si se pasa le dejo gruñendo un rato. Ya se encarga su hermano de poner orden.


Y seamos sinceras: para los nenes esto es ideal pero para los padres es fundamental. Tener todos los días un rato para cenar, hablar, disfrutar de tu pareja, del tiempo y del silencio. No tiene precio.