Fer se fue el
domingo pasado por viaje de trabajo. Quedarte sola durante 5 días con la casa,
los niños y el trabajo no es complicado si todo transcurre con normalidad. Pero
¿qué es la normalidad?
Cosas que
ocurren cuando tú no estás
● Lunes: me
encuentro con una lista de recados a realizar que hace que me reorganice el
trabajo de la semana. No sé por qué, cuanta más prisa tienes más despacio van
las acciones burocráticas.
Estalla una
tubería en el cuarto de instalaciones. Y tuve suerte. Estuve toda la mañana
fuera de casa con los recaditos y se rompió justo cuando estaba comiendo. Cerré
el agua y llamé al fontanero. Lo arregló en la misma tarde.
Alberto
decide quitarse solito el pañal de la noche. Yo se lo pongo, él se lo quita.
Como tiene calor no para de beber. Y no para de hacer pis. Podría considerarse
una segunda inundación. Esta vez no vale con llamar al fontanero.
● Martes, día
intenso de trabajo, no me da tiempo a recoger a los niños. Llamo a mi padre
para que vaya a buscarlos.
Malas
noticias, ingresan a una de mis hermanas. Se recuperará pero la preocupación no
se va y hay que buscar tiempo para ir a verla. Mi niña que ganas tengo de
verte.
Por la noche,
después de cenar, tengo que seguir trabajando un poco. A los cinco minutos de
estar delante del ordenador se va la luz. Los niños duermen y el silencio es
absoluto. Tengo que bajar al sótano a ver qué ha pasado. No me atrevo. Salgo a
la calle. Sólo veo a uno de los vecinos de enfrente. Es un señor encantador durante
todo el año menos en verano, está en la puerta fumándose un cigarro mientras el
perro sale disparado en busca de un árbol. Está en calzoncillos. Con una
increíble tripa cervecera bañada de canas. Rascándose. Intento convencerme de
que va en bañador y que no es para tanto. ¿Le llamo? ¿para qué me acompañe al
sótano porque está oscuro? Para eso necesito un apagón en mi cerebro. Cierro la
puerta y bajo corriendo como una loca. No veo nada raro. No veo nada. Salgo de
nuevo al jardín oigo a mi vecino de al lado y le llamo. El apagón es general.
Toda la zona está sin luz.
45 minutos
más tarde todo vuelve a la normalidad. Termino de trabajar a la 1:30 h. Mis
hijos me levantan a las 6:00 h.
● Miércoles,
me voy de viaje. Voy y vuelvo a Mérida en el día. Cerca de 700 kms. Todo va
tranquilo. Sólo estoy cansada, paro cada 100 km para no dormirme.
Cuando llego
a casa, mi tía y mi padre (que cuidaban a mis pequeños) me informan que Nicolás
está con fiebre.
Oímos un
ruido grande y desconocido. Algo se ha caído. Después de mucho buscar me doy
cuenta que la moto de Fer está tirada en el suelo. Justo donde estaba apoyada
la pata hay un agujero ¿se ha derretido el asfalto? Nos cuesta levantarla y
ponerla en lugar seguro.
Pasamos toda
la noche con antitérmicos, agua y besos.
● Jueves: Alberto
descubre cómo conectar la alarma. Al primer movimiento salta ese ruido
ensordecedor que no sé apagar. Después de un rato salta la llamada de la
central. Se oye por toda la planta. Mi niño se fascina por tanto ruido y
alboroto. Y por mi cara, supongo. En cuanto me descuido repite la operación.
Paso un rato dando explicaciones a la señora de seguridad y decido esconder el
mando.
Y el resto
del día médico, recados, fiebre y reorganizar lo que queda de semana.
● Viernes. Por
fin es viernes. Creo que el viernes más deseado de mi vida. Hoy regresa
Fernando. Hoy podré ver a mi hermana.
Me miro en el
espejo y creo que esta semana he envejecido. Pero estoy contenta. Al final todo
ha salido bien. Mañana tengo una boda en Zamora. Ojala esta noche aparezca una
hada madrina con su varita mágica y me ayude con las maletas y mi cansancio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario