Cuenca - Río Júcar - verano 2013 |
Por fin se acabaron las vacaciones.
Este año he disfrutado muchísimo de mis dos nenes. Por temas
de trabajo no he coincidido con Fernando, así que con ayuda de mis familiares y
con mucha fe en el comportamiento de mis chicos me aventuré a pasar 15 días en
Islantilla y el resto repartido entre Cuenca y Madrid.
Nos lo hemos pasado genial. Casi, casi perfecto… Nico se
llenó de piojos, utilicé un par de productos infalibles, champú, liendreras,
vinagre y cuando estábamos a punto de ser portada del National Geographic
decidí cortarle el pelo. Adios piojos.
Por mi parte, además de echar de menos los mimos de mi maridito,
sólo sufrí un repentino brote de acné. A mi edad, esto combina fatal con las
primeras (y segundas) arrugas. Supongo que fue por las “fritangas
chiringuiteras” de cada día. Lo único que conseguí que me aliviara un poco, fue
la crema del culo de Johnson de Alberto. Y las risas que me pasé con Nicolás
cada vez que salía del baño con la cara llena de parches blancos.
Pero al final tanto coche y tanto hotel cansa. Todos
necesitábamos un poco de nuestra rutina. Y aquí estamos, retomando nuestros
horarios, comidas y sobre todo la convivencia.
La vuelta al cole está siendo un poco pesada. La semana
pasada tuvimos 4 reuniones escolares, así que nos repartimos las tareas.
Personalmente, he acabado hasta los pelos del trato que nos dan a los padres:
sobreprotegemos a los niños tanto-tanto que casi ni saben andar ni comer ni
nada… ¿? tenemos que marcar la ropa y el baby y el abriguito y la ropita
interior y la mochila y los pañuelos de papel y el vasito del agua… no sabemos
tratarles, no sabemos educarles, les castigamos mal y de postre la bromita de
que la adaptación la necesitamos más las madres que los niños. Por supuesto tardan
una hora y media en decir todo esto.
En realidad, en mi entorno no existe ninguna madre que
cumpla estas críticas. Si hay alguna un poco petarda pero no llega al extremo
de necesitar adaptación para que su niño vaya al cole.
Señores míos: quizá no nos entiendan. Quizá estamos
encantadas con que los niños vayan a la escuela. A ser posible en horario
completo desde el primer día. Quizá nuestra adaptación consista en un par de
días en casa a solas para descansar y para organizarnos hasta nuestra vuelta al
trabajo que suele ser mucho antes que la suya.
Y nadie quiere a sus nenes como quiero yo a los míos y cómo
los disfruto. Pero también me quiero a mí. Y a veces me echo de menos.
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