Suelo
llevar a los nenes al cole. Primero a Nicolás.
En el
Liceo Francés abren la puerta a las 8:50 y la cierran pasados 15 minutos. Esto
supone que todos los padres llegamos y desaparecemos al mismo tiempo. “Casi
todos” con bastante prisa.
Hoy
hemos llegado al Liceo muy pronto y hemos aparcado sin problemas. La puerta
todavía estaba cerrada y nos ha dado tiempo a jugar y despedirnos con calma.
A la
vuelta teníamos un coche en segunda fila. Normal. Suele ocurrir. Yo también lo
dejo si no me queda otro remedio.
El
tiempo pasaba. Saludando a padres conocidos que entraban y salían. Y entraban y
salían… todos menos el dueño de un super bmw gigante y blanco que me bloqueaba.
La
espera no era normal. Empecé a pitar, miré el reloj y habían pasado 10 minutos.
¿¡10 minutos!??? Casi no quedaba gente en la puerta del colegio. ¿Y si no son
del cole?
Intentando
mantener una calma rota por el sonido de mi propio claxon, veo aparecer a una
pareja con mucha tranquilidad.
Ella
se adelanta y sin decir ni media disculpa intenta esconderse en su coche.
Hay
pocas cosas que me hacen perder los papeles, pero una de ellas es el exceso de
mala educación.
Si yo
voy al cole con mi marido y no puedo aparcar:
- Uno de los dos se
queda en el coche por si acaso molesta, pero si no puede ser…
- Nos
damos prisa y tardamos los 2-3 minutillos escasos que tarda el resto de padres, pero si
no puede ser…
- Si no puede ser y
veo que hay alguien esperando lo primero que hago es: "pedir disculpas"
Pues
no.
Me
han cambiado las disculpas, por malas caras y peores palabras.
Y mi
reacción no ha sido la mejor, me guardé los beneficios de la meditación en el
bolsillo y grité todo tipo de improperios.
Y su
marido aparece en escena y en vez de poner paz, aprovecha para insultar. Por si
a caso supongo.
Y me
veo sola en la puerta del colegio. Llena de ira y mal conmigo misma por haber
gritado.
Dejo
a Alberto en su Escuela. Los niños maravillosos y la tranquilidad de su profe
me devuelven la paz. Y regreso a casa.
Anoche
Fer presumía de ser más ordenado que yo. Quizá hablaba en sentido figurado.
Ahora
me encuentro con su ropa sucia tirada por el suelo del pasillo y el lavabo
irreconocible por los miles de pelillos de su barba. Hoy se afeitó. Está trabajando
en su despacho del sótano y le llamo con el inalámbrico:
- Cari,
tu ropa sucia está en el suelo… ¿no eras muy ordenado?
- Si,
claro, ¿quieres algo más?
- No…
(cuelgo)
Recojo
rápido mientras me acuerdo de todos sus antepasados.
Bajo
y me sirvo un café antes de ponerme a trabajar.
Y
digo yo, ¿por qué nos cuesta tanto disculparnos? No creo que sea difícil, nos
hace mucho bien y está claro que tenemos muchas oportunidades a lo largo del
día.