jueves, 1 de octubre de 2015

Excusas Para No Ir Al Cole

Este año hemos empezado el cole fenomenal. ¡Qué alivio! Estaba un poco preocupada y os cuento por qué.
A dos meses de terminar el curso pasado, mi pequeño Alberto (4 años) no quería ir al colegio. Cada mañana se levantaba de mal humor: “Mamá, tengo un ojo mareado. Los besos no lo curan. Ayer cogió frío en el patio y hoy está muy mareado”.

Y cada día inventaba una nueva excusa: “Tengo que construir un castillo y voy a tardar todo el día” o “Me duele un pie”, o  “Valentina no quiere jugar conmigo y si no me quiere no vuelvo al cole”.

Al principio creí que era sólo cansancio y que necesitaba unas vacaciones, pero cuando se resignaba y veía que no le quedaba más remedio que ir, se transformaba en el torbellino de siempre: - “Mami, me ha regañado papá. Voy a estar en mi cuarto todo el día… para pensar”. “No quiero ir al cole… siempre me dan judías verdes para comer”.

“Hoy mejor vuelvo a la cama y duermo hasta mañana!!!”

Un día de mimos o de bajón lo tiene cualquiera, incluso los niños, pero cuando las excusas son diarias esconden un problema,

     - Alberto, ¿por qué no quieres ir al cole?
     - Me duele la tripa. No puedo salir a la calle porque el frío le va mal a mi tripita.

Cuando preguntas a tu hijo casi nunca te contesta de forma directa, mucho menos te dice lo que quieres saber y encima la respuesta nunca llega el mismo día.
Disimulé mi preocupación, me armé de paciencia y me puse a investigar. Hablé con la profe para saber cómo le veía en clase y con las cuidadoras del patio por si tenía problemas en el recreo. Pero nada.

Durante varios días, decidí ir a buscarlo con 10 minutos de antelación para unirme al corrillo de madres que esperan impacientes a sus retoños; ésta es una fuente imprescindible de información. Para mi sorpresa ellas también estaban inquietas. La profe estaba embarazada y a punto de darse de baja (ahora ya es una mamá feliz), y la cuidadora (ayudante) había tenido un pequeño accidente. Ninguna tenía sustituta fija y el cambio continuo de maestras tenía alterado a niños y mamis.
Hablé con Alberto y le pregunté si le preocupaba tantos cambios en clase, al principio no dijo nada, pero al segundo día y por un enfado que no tenía nada que ver estalló.

Volvíamos a casa en el coche, algo no le gustó en la radio y se puso a llorar. A llorar mucho y con un llanto diferente. Nico me miraba nervioso, Alber no contestaba a nada y paré el coche. Todo salió de golpe. “No quiero que vuelvas a cambiarme de cole, no quiero amigos nuevos ni nuevo nadaaaaaa….”
Y con razón lloraba, estuvo en la Escuela Infantil, después por temas burocráticos en un cole inglés y al siguiente curso en el francés, ya el definitivo. Tres lugares e idiomas diferentes en 4 años de vida.
Por supuesto le prometimos que le quedan muchos años en el mismo centro, y entre besos, caricias y atenciones volvió a serenarse.


Ahora está feliz, cuando llegamos al cole, me da un beso, Nico activa un botón imaginario en su espalda y dice: “propulsores activados” y Alberto entra corriendo sin parar y sin mirar atrás. ¡Misión cumplida!

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