Hace
unos días mi pequeño Nicolás salió del cole comiendo pan. ¿De dónde has sacado
ese trozo de pan? – “Lo he hecho yo. Lo hemos cocinado en el comedor de los
pequeños esta mañana. Si quieres te enseño”.
Me
quedé gratamente sorprendida y enseguida me entusiasmé con la idea de cocinar y
aprender algo nuevo y con mis nenes. ¿Quieres que miremos la receta en internet?
– “No mamá, me lo sé de memoria. Tenemos que juntar harina, agua, sal y
levadura de panadero, hacer la masa y meter en el horno”.
Y
eso hicimos. Mezclar los ingredientes básicos en un bol. Mis dos nenes y yo
amasamos durante un buen rato. No dijimos nada de cantidades. La plasta era
realmente pegajosa y difícil de manipular. Eché mucha harina y la cosa mejoró.
-
Nico
¿vamos bien o hay que echar algo más?
-
No
lo sé mamá, a mi me han dado la masa terminada.
No
sabía si reír o llorar, ¡cómo no lo había imaginado!!! En el cole sólo hicieron
la forma del pan, charla teórica, horno y resultado.
Pusimos
la masa en un bol para reposar. Mientras limpiamos un poco el caos que se formó
con la harina. Espero que comprendáis que de esta parte no tenga imágenes, le
tengo mucho cariño a mi cámara. Nos reímos de lo sucios que estábamos. Y
consultamos a San Google para saber si la cosa iba bien.
Encontré
una web muy interesante: http://www.hacerpan.net/
donde vienen las recetas de muchos tipos de panes para hacer en casa. Nuestro
gran error fue utilizar harina normal en vez de harina de fuerza… buff!
Aunque
sabíamos que no iba a salir bien decidimos seguir “jugando”, hicimos la forma
de las barras y lo horneamos. El resultado fue muy bonito pero quedó tan duro
que era peligroso de masticar. Aún así lo probamos y le guardamos un trozo a
papá.
Aprendimos
que a veces las comidas no quedan tan ricas como esperamos y confirmamos ese
dicho popular de “a cuanta más suciedad más diversión”. Volveremos a
intentarlo.
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