Si pasas
por el Algarve con niños y dispones de tiempo, no dudes en visitar Zoomarine.
Una mezcla de parque de atracciones, acuático y zoo. Recomendado para pasar un
día completo y divertido.
Entramos cuando
estaba a punto de empezar, -“rápido, date prisa”, nos dan unas gafas
especiales, -“siéntate donde sea”…
Los niños
están un poco asustados y nos apretujamos. Tengo 2 pares de gafas en la mano.
El de la puerta iba estresao y no se ha dado cuenta.
La peli no
se ve bien. La tortuga es muy mona, aparece un tiburón y todos gritan. Nos
mojan varias veces, nos soplan, nos deslumbran, el sillón se mueve, así unas
cuantas gamberradas. Esto es ideal para un chaval de 7 años.
Aburrida en
mi propia estupidez empiezo a jugar con las gafas. Se me ocurre ponerme los dos
pares. –“Oye Fer, que con dos pares se ve mucho mejor, oscuro pero más nítido”.
Fer me mira con su gesto de eterna paciencia: “estate quietecita”.
Cuando por
fin termina, nos sacan por otra puerta. Un atractivo azafato de dientes
perfectos nos espera con una caja para que dejemos las gafas. Le medio sonrío y
pestañeo despacito (es tan mono) cuando oigo a Fer gritar: -“¿Pero qué haces?
Insensata!!!!.
Doy un
respingo, el azafato se ríe abiertamente mientras me devuelve mis gafas de sol:
-“não se preocupe senhor, isso acontece muitas vezes”.
No puede
ser, he estado en el cine con las gafas de sol puestas, todo el rato! Disfrutamos
de las carcajadas.
Los
despistes suelen aparecer con la edad, el exceso de estrés y/o el agotamiento
emocional. La mayoría los aparcamos como pequeñas anécdotas. Pero a veces hay atender
estos sucesos para saber cómo estamos realmente.
A finales
de junio tenía entradas para ir al concierto de Extremoduro. Estaba emocionada
por volver a ver en directo a mi grupo preferido. Si, reconozco que soy una cuasi-pija con la vena macarra. Cuando estábamos a punto de salir no encontré las
entradas. Las busqué a conciencia por toda la casa y no aparecieron. ¿Imagináis
la sensación?
No hubo
problema. Esa noche, aprovechamos que mi hermana estaba de canguro para irnos
de cena por Huertas y fue ella quien las vio enganchadas en la puerta de la
nevera. Nos cambiaron las entradas y fuimos al concierto el 12 de septiembre en
las Ventas. Una noche inolvidable. No paré de cantar, gritar y saltar porque
Robe Iniesta me enloquece.
Y aunque
todo salió perfecto me sirvió de lección. No puedo permitir que el estrés, el
trajín diario o las preocupaciones me descontrolen de esa manera, así no se
disfruta de la vida.
Ahora hago
las mismas cosas pero más relajada ¿cómo? Ya os lo contaré en el siguiente
post. Besos_
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