sábado, 6 de septiembre de 2014

Siestas, Río y Recuerdos


Por fin he vuelto. Y con ganas.
El verano me pilló desprevenida y sobre todo las eternas vacaciones de los niños.

He pasado un mes y medio maravilloso y relajado, la mayor parte del tiempo en la playa (Denia y Huelva). Castillos de arena, chiringuitos, acedías y coquinas, paseos con helado, excursiones, acuarelas, medusas, siestas interminables. 
Alberto se despierta y me mira: “mamá ¿ahora es por la mañana o por la tarde?

Pero el mayor descubrimiento de mis retoños este año ha sido el río. Dos veces hemos estado en Cuenca. Y cuatro días completos de río. Júcar y Mariana.
Nicolás se vuelve independiente. Quiere investigar, cazar, explorar, todo lo observa y lo absorbe. Alberto detrás con su eterna cantinela del “yo también”. Ven renacuajos, ranas, cangrejos y hasta gamusinos. Juegan con ramas y troncos caídos, me hacen un retrato con piedras.

Y mientras estoy sentada debajo de un chopo. Hablo con mi hermana. O leo mi novela de estas vacaciones: “Dispara, yo ya estoy muerto” de Julia Navarro. Muy recomendable. Una novela que cuenta la historia de dos familias, una judía y otra árabe. Es cruda, impactante y preciosa. Relata la historia y conflicto de Oriente Próximo sin decantarse por ninguna vertiente.

Nos damos muchos baños, baños rápidos. El agua está muy fría y huele a té verde.
Me invaden los recuerdos de la infancia. Les miro y me veo a mí misma. Parece que en cualquier momento va a aparecer mi abuelo, con su camiseta de tirantes y su cigarro Rex, recogiendo llanten para su pájaro. O aquel pastor que cada vez que me veía se reía y me regalaba tomates o pepinos de la huerta. Fui una nena muy mona, pero tan delgada que todo el mundo quería darme de comer.

Grabo en mi cabeza el sonido de los chopos. Cuando me atrape la rutina madrileña cerraré los ojos y volveré a la serenidad que me produce la naturaleza de Cuenca.

El año que viene repetimos. 

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