
Nada más entrar dejas el coche en un parking descubierto.
Toca caminar por fuera de la pista hasta llegar cerca de la torre de control.
Se hace muy ameno porque vas viendo y oyendo los coches pero a la vuelta
Alberto iba subido en los hombros de su papi. Si alguno de tus nenes es muy
chiquitín mejor coge el carrito.
Vimos carreras de coches antiguos que competían agrupados por
marcas. Aquí nos emocionamos más los mayores que los niños. Al principio
estaban encantados con la pista de Rayo Mcqueen pero luego quedaron prendados
con las gradas y la aventura de subir arriba del todo.

Fuimos uno por uno, para hacerles fotos y admirarles impresionados.
Durante un par de horas lo pasamos en grande. Pero recordad
que no es un lugar pensado para niños así que es recomendable llevar botella de
agua y un piscolabis discreto en el bolso.
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