miércoles, 12 de junio de 2013

El Huerto de mi Casa es Particular

En las fotos que he subido hoy hay dos lechugas, rabanitos y guisantes.
Ya no existen. Me los he comido. Y si, estaban muy buenos. Estaban requete-buenos. Espera que no me estoy explicando bien, estaban tan buenos que el sabor era distinto al que estamos acostumbrados. Esto me llena de orgullo, pero también de preocupación ¿qué es lo que estamos comiendo?

Todo esto empezó gracias a Belén, mi prima política hippy. ¿Y quién no tiene un hippy en la familia? Mi Belén además, es práctica e inteligente. Unas navidades nos habló de un huerto que hacía con sus amigos, cómo lo tenían planeado, el por qué, los resultados esperados, etc.

Unos meses más tarde me envió un pdf titulado El Balcón Comestible, un artículo genérico que anima a cultivar cualquier hortaliza como una afición más. Si tu balcón o terraza es muy pequeña no pasa nada, hay soluciones para plantar de forma vertical, seguras y divertidas. Si me dices que las plantas se te dan muy mal no pasa nada, hay plantas que crecen casi solas como el ajo, el haba, el tomate, el rábano, la calabaza... incluso si me dices que es que eres muy tiquismiquis y necesitas orden y control hasta en las macetas, entonces puedes dedicar tu balcón exclusivamente al cultivo de aromáticas o condimentarias. Te quedará monísimo.

Nos mudamos el verano pasado. La novedad de la casa y de tener un pequeño jardín más toda la información sobre huertos urbanos (muy de moda en internet) fue un cóctel explosivo.

En la ventana de la cocina tengo todo tipo de esquejes, hierbabuena, menta, perejil y orégano.
En la cubierta de la casa hemos puesto unos cajones de tierra y sin criterio y a lo lo loco estamos cultivando: habas, guisantes, ajos, cebollas, judías, zanahorias, tomates, pimientos verdes, puerros, lentejas, rabanitos y melones.
En la entrada crecieron las lechugas en una jardinera (no había más espacio) al lado de la pequeña higuera.
Todo en un espacio ridículo, pero teníamos un montón de semillas y no creíamos que fuera a salir nada. Error. Después de la tremenda primavera que acabamos de pasar da gusto ver mis plantas. Y no sólo verlas. También comerlas.

Ya os podéis imaginar las dos ensaladas que hicimos con las dos lechugas y los rabanitos. Pero lo de las habas fue increíble. Con una cebolla, un poco de jamón picado, unos huevos escalfados y una montaña de habas troceadas (vaina incluida). Fue plato único para una cena de 4 comensales. Se me hace la boca agua al recordar el sabor.

Si tenéis la oportunidad de cultivar cualquier cosa hacerlo. De verdad, ni lo pienses. Lejos de convertirse en una obligación ayuda a quitarse estrés y es muy grato.





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