Creo que fue la última semana de enero, justo antes de que
nevara. Un sábado que amaneció helado y soleado.
Hablamos con unos amigos que también tienen dos chicos ¿es
una locura ir al campo en pleno invierno con los niños? Preparamos un picnic y
nos fuimos a disfrutar de la sierra oeste de Madrid, esta vez paramos en
Zarzalejo, justo al lado del cartel de La Estación sale un camino que cogimos
sin dudar y nos sorprendió.
Exprimimos el sol al máximo. Llegamos a las 12 y nos fuimos
a las 16:30. Por el paseo, caminamos entre algunas fincas con animales, cabras,
ovejas, caballos, burros…, atravesamos una calzada romana y continuamos hasta
encontrar el lugar perfecto para un piscolabis.
Los chavales iban entusiasmados, explorando, investigando, corriendo,
inventando; como si hubieran estado encerrados durante meses.
A Nicolás le dio por la escalada. Se subió a todo lo que
pudo. Incluido el árbol que veis en esta foto. Un árbol seco y muerto. En
cuanto llegó arriba me dijo: “mamá mira donde estoy”, justo al tiempo que las
ramas crujían y se partían. El mismo segundo que miré fue el mismo en que Nico
caía contra las rocas.
Menudo susto. Pero no pasó nada. El papi, con su paciencia
infinita, se lo llevó para enseñarle cómo y dónde hay que subirse. Cómo
seleccionar un árbol. Cómo subir y sobre todo cómo bajar.
Todos aprendimos mucho. Sobre todo los papis, que nos dimos
cuenta que no llevábamos ni una maldita tirita. Y no hizo falta, pero para la
próxima excursión incluiremos en la mochila un botiquín básico, que no cuesta
nada y da mucha tranquilidad.
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