Es el 2º
miércoles consecutivo que como en la misma terraza de Mérida.
Y el 2º miércoles
que me acompaña un gorrión muy gorrón.
Se acerca, mueve la cabeza y cuando no le hago caso me pía.
En una esquina de la mesa dejo una patata frita del aperitivo. Se la lleva
volando.
Ahora estoy tranquila, me siento bien. Hemos pasado una
mañana de nervios, a parte del caos habitual, del tremendo madrugón y los 340
km que me separan de Madrid, hoy nos
visitaban del Canal Extremadura para un reportaje.
Novedad, nervios, risas,
hablo yo, hablas tu, ponte aquí, más luz, y una cámara negra que se acerca sin
piedad hasta invadir mi espacio. Parece que no tiene zoom. Uno de mis
compañeros comenta:
- - De aquí a Sálvame DeLuxe.
- - Puaj. Puestos a soñar mejor con Almodovar.
- - Ya pero con T5 se gana más dinero.
- - Seguro, pero te quitan la dignidad.
Las
palabras fluyen. Ahora no sé que me han preguntado y mucho menos qué he
contestado. Ya sé que no es una confesión muy profesional pero es lo que hay.
Me
viene a la cabeza la imagen de mi pequeño Alberto, esta mañana a las 6:30 am
aparece en mi baño: “mami, estoy seco, esta noche le he dicho a mi pilila que
no haga pis”. Besos y caricias.
El
gorrión termina su patata y mira mi hamburguesa ¿pero este bicho no sabe lo que
es el colesterol? Dice que tiene hambre, que le dé un poco más.
Es
curioso lo fácil que es comunicarse cuando hay un interés común.
Después
de comer se posa en una silla de la mesa de al lado y me mira. (ver foto rápida
de móvil) ¿Es para hacerme compañía o está esperando el postre?
Vuelvo
a Madrid desgallitándome al son de las Lágrimas Negras de El Cigala. ¡Olé!
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