Después de un puente maravilloso apareció un lunes gris. Un
día que me aplastó con la cruda realidad e hizo que las preocupaciones
escocieran. Mi madre me dice que les estoy echando muchos cojones, pero ya sé
que el esfuerzo y el trabajo no son garantías para conseguir el resultado
deseado. No hay alternativas, hay que seguir adelante.
Voy a buscar a Alberto al cole. Nada más verme me abraza y
me dice que me ha echado de menos. Me llena de ternura y tristeza. Me lo como a
besos.
En el cole de Nicolás, mientras veo como mis nenes corren y
juegan por el patio, me doy cuenta de
que tengo un nudo en la boca del estómago que duele. Me cuesta sonreír y tengo
frío.
En casa me pongo a ordenar todo lo que pillo por el medio
para intentar olvidarme de los nervios. Mis niños me miran expectantes y
precavidos, como esperando una gran tormenta.
El sábado pasado celebramos el cumple de Alberto y he dejado
las guirnaldas, cartel de Feliz Cumpleaños y varios globos verdes durante unos
días más.
Nicolás coge un globo verde y me mira: ¿jugamos?
Comenzamos una partida de tenis salvaje a tres bandas y con
dos globos, seguimos con Kunfu Panda (nuestra versión subrealista del yudo) y
terminamos con una guerra de cosquillas. Nos hartamos a reír.
El resto de nuestro días: baño, cena y cuento de la noche se
suceden tranquilos y con muchos mimos. [a veces creo que son ellos los que me
miman a mi]
No sé por qué los mayores dejamos de jugar.
Las preocupaciones son parte de la vida, los problemas están
para resolverlos o darles carpetazo; y sin embargo nos ahogamos en ellos y
permitimos que contagien todo (y a todos) lo que nos rodea.
¿Y si no hubiera jugado? Hubiera seguido tensa e inquieta.
Me hubiera molestado por cualquier cosa y habríamos terminado con enfados y
llantos. Ya conocéis esa sensación, esa certeza de que todo te crispa y a la
vez te hace sentir culpable.
Pero no. Hoy he jugado con un globo verde y me ha cambiado
el estado de ánimo en segundos. He apartado mi nube gris y he disfrutado de
esos momentos que sólo se viven con los niños.
Y mañana seguiré adelante, pero con energías renovadas.
(Gracias Nicolás por invitarme a jugar)
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